Cerca estuve de no viajar a Varsovia por un contratiempo de última hora. Tras dudarlo durante apenas un minuto, me decidí a coger otro vuelo, en lo que se convertiría una de las mejores decisiones en mi vida como fotógrafo. Durante los siguientes tres días, fueron innumerables las ocasione que me harían olvidar la que pasaría a ser tan solo una anécdota más de un viaje maravilloso. Descubrir una ciudad sorprendente, pero sobre todo descubrir también unas personas increíbles, con las que vivir sus calles, retratar sus rincones, comerse su historia… convirtió una preboda en una experiencia inolvidable y unos “clientes” en unos amigos cercanos con los que terminaría bailando el “gangnam style” de madrugada, en el típico lunes polaco más loco de mi vida. Lourdes y Piotrek, gracias.