No sé qué clase de fotógrafos conocían Puri y Esteban, pero la llamada que recibieron el día de la preboda (cuando estábamos ya todos subidos en el coche de camino a la localización elegida), alertándoles de que tuvieran cuidado nosotros y con dónde les íbamos a llevar… nos hizo sentir “peligrosos” y dudar sobre si la elección del cortijo en ruinas, abandonado, había sido buena elección para “romper el hielo”… Como no podía ser de otra forma con esta estupenda pareja, la tarde fue agradable y productiva. Al final, el “titulo de psicopata” se lo quedo el simpático encargado de un bar del Albaycin, y “la llamada” pasara a engrosar nuestros anecdotarios, como un recuerdo divertido. Gracias por vuestra confianza chicos!